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Mónica Valenciano presenta una experiència performativa amb 22 cartes revelades in situ, que activen veus amagades del cos i ballen en una polifonia compartida.
“El acontecimiento se esconde plegado en el tránsito entre uno y otro gesto, así todo instante es potencialmente una puerta que se abre (Pascal Quignard).
¿Toda imagen viva es siempre cambiante, que te mira en aquello que ves?
La imaginación activa como facultad de captar las relaciones íntimas y secretas entre las cosas, sus correspondencias y analogías; el sentido es aquello que danza ramificado en su circulación misma, donde las imágenes se organizan mediante conexiones irracionales.
A través de la trama, el sentido no es algo que se busca, sino que se ofrece, acontece a veces desde sus grietas, respondiendo más allá de toda expectativa.
La verdadera emoción emerge desde lo más impersonal que hay en nosotros; así, cuanto más profunda, menos individual.
Lo que lleva una danza en el ritmo de su aliento canta y disemina, el instante fecundo merodea el contacto, aventurarse en la espontaneidad del gesto, experimentando a su vez la visión del recorrido haciéndose…
Entrenarse en esa temporalidad del suceder tal vez sea cuestión de escucha y no de discurso, pues el verdadero acto creativo sucede a la escucha…
Escuchar el soplo implica aproximarse al corazón del juego, donde el espacio se presenta a aquel que lo recorre… (Chantal Maillard).
La multitud de imágenes que es un cuerpo, liberándose en la propagación misma, un devenir palpitante transmitiéndose de unos a otros, una polifonía del sentido.
Asistimos entonces a instantes de esa respiración común que percibimos como intimidad abierta.
El lenguaje del cuerpo es tal vez una manifestación de lo que está acallado, aquello que la memoria arrastra en su sangre, balbuceo de lo no pronunciado aún, a medio nacer… Más que decir, llama.
Danzamos excavando en el cuerpo al alcance de su más íntima voz, allí donde memoria profunda, canto presentido y presente inmediato se conjugan des-prendiendo el soplo como fugacidad, acontecimiento inexpresado que se da desde lo invisible a lo sensible; cuando el instante alcanza la presencia, algo ha prendido, revela un contacto entre la materia y el espacio que disuelve la forma… Ahora, des-prendida, deviene atmósfera fecunda.
Cultivar ese estado de presencia que permita la posibilidad de dejar suceder la llegada de lo que es.
Somos, de este modo, movidos por el espacio que a su vez creamos; alcanzar la disponibilidad necesaria para que algo pueda suceder es casi el movimiento esencial; colaboramos, pues, con ese acto de a-parición.
El acontecer, esa eterna brevedad o instante que vence al tiempo.
El acontecimiento en sí implica el alcance de un instante de resonancia común y cante como acceso a la simultaneidad perceptiva.
El arte de suceder acontece a través de un estado de presencia capaz de desplegar en el espacio una visibilidad que renueva la visión.
Cultivarse en esa capacidad de habitar cualquier espacio.
Emerge desde un proceso de des-ocultación que se ofrece a la posibilidad de estar en el aire de un movimiento cualquiera.”
Mónica Valenciano (Las Palmas de Gran Canaria, 1961) es una figura significativa de la danza contemporánea española. Presenta una trayectoria artística tan sólida como contundente. Empezó a crearla a finales de los años ochenta, cuando su nombre aparecía en el panorama dancístico del país junto al de otras inquietas coreógrafas, protagonistas de la creación contemporánea del momento: Ana Buitrago, Olga Mesa, La Ribot, Blanca Calvo…, entre ellas.
La creación de su compañía El Bailadero en 1997 dibujó un marcado trazo en su carrera creativa que divide en dos la obra de Mónica Valenciano. Estuvo al frente de esta formación cuando empezó con su serie coreográfica Disparates. Pequeños puzles creativos construidos a través de lo instintivo, íntimo e inmediato, en el que el lenguaje y su uso a través del espacio y el tiempo cobran gran protagonismo. Inspirados en la parte más oscura y grotesca de la obra de Goya, estos Disparates reflejan el interés de Mónica Valenciano por el arte, punto de partida de muchos de sus trabajos. Up! (1989), Punts suspensius (1991), Miniatures (1992) y Adivina en plata (1996-1997) son otras de las obras de esta creadora, que estudió danza clásica, danza contemporánea y teatro en el Instituto del Teatro de Barcelona y en la RESAD de Madrid, y boxeo.
Sus obras se han representado en festivales nacionales e internacionales de artes escénicas contemporáneas. Además, ha publicado varios libros de poesía y dibujos.
Es Premio Nacional de Danza 2012 en la modalidad de coreografía.